
Todos los peruanos, casi sin excepción, deberíamos estar levantando la voz para exigir la renuncia de Castillo y Boluarte y la convocatoria a elecciones generales.
Todos los peruanos, casi sin excepción, deberíamos estar levantando la voz para exigir la renuncia de Castillo y Boluarte y la convocatoria a elecciones generales. Hablar a media voz nos hace cómplices del desgobierno y del caos en el que se encuentra sumido el país. Por ello, deploro que conocidos líderes empresariales piensen que la solución es que Castillo designe un gabinete de profesionales y técnicos de primer nivel, que se rodee de mejores talentos para poder sobrevivir. Esta es la posición equivocada, la permanencia de Castillo no es una opción; está podrido. Él y su codicioso entorno chotano son la causa del desastre y tienen que ser los primeros en irse. Además, olvidan que no tiene ninguna capacidad para convocar a gente de primer nivel. ¿Qué profesional honesto y que se respete, querría manchar su trayectoria participando en este gobierno? No sería un acto de patriotismo sino de absoluta estupidez.
Castillo ha instaurado un culto totalitario de la mentira y él es su primera víctima. Se atreve a sostener, con un imperdonable descaro, que el momento político de crisis en el que se encontraba envuelto ha llegado a su fin, cuando el trance está en plena ebullición. Invoca a trabajar con transparencia, pero se ha convertido en el primer sospechoso de la nación. No en vano, El Comercio le dedica dos portadas sucesivas este último fin de semana, señalándolo como el cabecilla de la mafia de la corrupción en el MTC. La crisis está en su momento más álgido y la única forma de solucionarla es que se vayan todos. Hay un desgaste acelerado e irreparable del Ejecutivo y del Congreso, cualquier otra alternativa es un parche, es dilatar la agonía a un costo altísimo.
La oposición es un absoluto fracaso porque se miden como enemigos irreconciliables y no como adversarios. La rivalidad cainita entre ellos es absolutamente destructiva y hace que la sociedad quede atrapada en una pugna permanente, en un campo minado de política tribal y venganza. No tienen ninguna capacidad para conciliar intereses comunes y lograr un fin superior. Además, están infestados de mercenarios, seres arrastrados que venden su voto, su supuesta ideología y hasta su alma por dinero, lo que convierte a la oposición en un acertijo, una cajita de sorpresas en la que no se puede confiar. Un muy desafortunado estado de indefensión de los peruanos.
Somos un país que tenía todo para segui r creciendo y brillando y solo hemos retrocedido. Los analistas económicos – que nunca equivocan un escenario negativo – han modificado sus proyecciones a la baja, aumentando las posibilidades de inflación y reduciendo las de crecimiento al 2%, que no alcanzaría ni para generar empleo ni para reducir la pobreza.
Hay un altísimo potencial en la producción de metales y cobre, cuyos precios han subido significativamente, pero no hay un solo proyecto nuevo. La cartera que promociona MINEM desde hace años por US$60,000 millones sigue intacta. Ni siquiera han tenido la voluntad política de solucionar Cuajone. Lleva 45 días parado, perjudicando a miles de familias y a la región Moquegua en especial. A lo único que se dedican los impresentables que nos gobiernan es a defenderse y a conspirar. Les pagamos para que nos mientan y sigan negando todas sus fechorías. ¿Por qué lo seguimos permitiendo? Por miedo y por dinero.
O encontramos un verdadero líder, un estadista que logre aglutinar los intereses comunes de los peruanos, o nos esperan muchos años de incertidumbre y desasosiego.