
Pedro Castillo ya debería aparecer en el libro de récords Guinness al haber ocasionado un desastre nacional en menos tiempo que cualquier otro presidente.
Pedro Castillo ya debería aparecer en el libro de récords Guinness al haber ocasionado un desastre nacional en menos tiempo que cualquier otro presidente. El despelote ocasionado por la falta de pasaportes, sumado al caos generado por el toque de queda de un día, grafica perfectamente el grado de ineptitud de este Gobierno.
Pero, en verdad, nadie debería sentirse sorprendido. Esto es lo que son los gobiernos de izquierda: una pandilla de sujetos delirantes que se creen los únicos dueños de la verdad, los auténticos representantes del pueblo y están dispuestos a cambiarlo todo sin saber nada de nada, basados únicamente en sus traumas, mitos y consignas. Son otra especie de enviados de Dios que creen tener la misión de salvar al pueblo y conducirlos al paraíso. Actúan como una secta cerrada mirando a los demás como enemigos del pueblo. Tal es el origen de sus instintos totalitarios y sectarios. Necesitan controlar todo el poder para llevar a cabo sus deseos.
La izquierda ha reemplazado la realidad por sus mitos. Lejos de entender el mundo y los resortes de la economía que mueven a los países, prefieren creer en sus dogmas y combatir a sus demonios. De allí su constante prédica contra los monopolios, oligopolios y contra todas las empresas en general, a las que ven como instrumentos de abuso y explotación, cuando en verdad son la mejor expresión de inteligencia y esfuerzo que pueden generarse en cualquier sociedad libre. Son las empresas las que producen riqueza, dan empleo, pagan impuestos, producen tecnología, dinamizan la economía de pueblos enteros y sirven como centros de aprendizaje y capacitación en temas realmente importantes para el desarrollo.
Sin embargo, el gobierno de Pedro Castillo ha sido acusado por la misma izquierda de no ser un gobierno de izquierda. Principalmente porque no ha implementado las medidas que figuran en el recetario de la izquierda. Y no puede hacerlo porque se lo impide la Constitución. Como, por ejemplo, controlar los precios o crear empresas estatales que compitan en el mercado con los privados, confiscar o cerrar los medios de comunicación incómodos para el régimen, etc. Por ahora, la Constitución nos protege de los desvaríos de la izquierda. Esa es la razón principal por la que buscan una nueva Constitución: quieren las manos libres para copar todos los poderes y hacer con el país lo que les venga en gana.
Pero no nos dejemos engañar. Este es un Gobierno plenamente de izquierdas. En primer lugar, porque no han movido un dedo para promover la inversión privada ni para defender a las empresas mineras, constantemente paralizadas, amenazadas y boicoteadas por comunidades campesinas convertidas en verdaderas organizaciones mafiosas dedicadas al chantaje y la extorsión. Antes peor, la exministra Mirtha Vásquez firmaba acuerdos con estas comunidades cediendo a todos sus reclamos sin reservas, sin buscar sanción contra los revoltosos que incendiaron campamentos o las sitiaron por semanas.
Otro rasgo que hace de izquierdas a este Gobierno es su complacencia y complicidad con las nefastas dictaduras latinoamericanas como las de Cuba, Venezuela y Nicaragua, así como el uniforme “bolivariano” que luce Pedro Castillo en sus presentaciones, emulando al “hermano Evo Morales”. Este alineamiento político internacional pudo incluso ser peor desde que nombraron canciller a un sujeto tan esperpéntico como el exguerrillero Héctor Béjar.
Tampoco podemos negar que el único interés mostrado por este régimen hasta ahora ha sido el copamiento de las instituciones con sus partidarios, aunque ninguno tenga el perfil adecuado para el cargo. A la izquierda no le interesan los méritos, sino la lealtad del designado. Están empeñados en copar todo el tablero del Estado con sus fichas. Salvo el poder, todo es ilusión, reza su lema. Y, en efecto, solo les interesa el poder y sin escrúpulos.
Tampoco se le puede negar a Pedro Castillo sus rasgos de típico izquierdista del montón. Es un apasionado por los discursos de plazuela donde da rienda suelta a toda su charlatanería, sin medir el tamaño de sus promesas ni el alcance de sus palabras. Justamente fue su verbo desenfrenado, aderezado con los típicos lugares comunes de la retórica izquierdista, lo que inflamó la sensibilidad de los protestantes del centro, por lo que luego tuvo que pedir perdón.
Por último, basta ver el estado de deterioro en que se encuentra el país, bajando peldaño a peldaño en los rankings mundiales de competitividad y con su imagen cada vez más mellada, para verificar que estamos en manos de un clásico gobierno de izquierda latinoamericano, orientado al discurso, el lema, la farsa populista, las leyes vaporosas y el gesto fútil. Lo único que jamás podrá emular Pedro Castillo a los demás charlatanes de la izquierda sudaca es la comparecencia ante a los medios, dado su escaso nivel mental que le impide dar respuestas coherentes. Por lo demás, estamos en un auténtico gobierno de izquierda